Cinco son desarrollos de científicos del Conicet y universidades junto a laboratorios nacionales, mientras que el restante es una inciativa internacional. Gabriela Ensinck, integrante de la Red Argentina de Periodismo Científico, analiza los aspectos de cada proyecto, vitales como recursos estratégicos y soberanos. Están en fase preclínica de investigación
Más allá de comprar vacunas importadas, y de producir localmente dos de estas vacunas desarrolladas por centros de investigación y laboratorios del exterior -la Sputnik en Richmond y la de Oxford en Mabxience-, universidades y centros de investigación nacionales, junto a laboratorios de nuestro país, están llevando adelante seis proyectos de vacunas argentinas.
Se trata, en todos los casos, de “vacunas de segunda generación”, así llamadas porque servirán de refuerzo de las actualmente disponibles. Su desarrollo nace en alguna de las plataformas o tecnologías ya existentes para el diseño de vacunas, que a grandes rasgos, se pueden dividir en dos grupos: las basadas en proteínas (proteínas, fracciones de proteínas y virus completo muerto) y las basadas en ácidos nucleicos (vectores virales, y ARN, ácido ribonucleico, que es la tecnología más moderna y nunca antes se había usado en vacunas).
Entre las disponibles actualmente en Argentina, la Sinopharm (China) utiliza virus inactivados; Sinovac (China) proteínas virales; las Moderna (Estados Unidos) y Pfizer/BioNtech (Estados Unidos y Alemania) se basan en ARN. En tanto, Sputnik V (del Instituto Gammaleya, Rusia); y la británica AstraZenaca/Oxford usan vectores virales: humanos en el primer caso, y de chimpancé en el segundo. En tanto la CanSino (China) también usa vectores virales humanos, y es de una sola dosis.
Hecha esta aclaración, va un repaso por los principales proyectos locales de vacunas en marcha.